Allá por el 2009 me explicaba la psicóloga nuestra tendencia a engrandecer los problemas que en un momento determinado podemos tener en la vida. Yo pasaba por una fase crítica en mi vida y me sentía impotente ante el reto que me había puesto por delante. Ella me dijo que yo había alimentado tanto mi miedo a ese reto, que lo había aumentado de tamaño hasta convertirlo en un elefante. Naturalmente si te ponen un elefante por delante te sientes pequeño e incapaz de enfrentarte a ello porque automáticamente escalas tus posibilidades de éxito como nulas. Sin embargo, la realidad es otra, como dice la tira cómica, hay que mirar el gran cuadro. Poner el problema en la perspectiva adecuada y con el tamaño adecuado. Cuando nos alejamos y aceptamos que hemos podido exagerar un poco el asunto, nos sentimos inmediatamente más capaces de abordarlo. Al final el elefante resulta que no era un elefante, sino una hormiga o un perro con una sombra gigantesca.
Aplicarse esto es a veces difícil cuando estás en el ojo del huracán pero es nuestra obligación seguir esforzándonos por mejorar y aprender a vivir en paz con nosotros mismos y con el mundo.