(Diciembre 1998)
"Hay tres cosas que no soporto, la hipocresía, la dependencia y la intolerancia. Pero sin duda alguna, la más incomprensible de todas es la última. Resulta curioso (no menos que penoso) ver como algunas personas pueden llegar a atrofiar su capacidad de juicio y comprensión de los demás. Es como si tuvieran archivados en algún lugar de su mente cerrada los prototipos de la sociedad y cuando te ven simplemente buscaran tu etiqueta correspondiente (*) sin intentar ver más allá de las apariencias o habladurías. No sé si este comportamiento es causa de una deficiente educación, un incompleto desarrollo de la adaptación social o un intento de protegerse a sí mismos de lo novedoso, de aquello que no conocen y temen conocer. Cada persona es un ser humano distinto e intrasferible (por pedante que parezca esta frase no podemos negarla) y se merece una oportunidad de demostrar cómo es. Puedo llegar a entender que por naturaleza solemos condicionarnos ante la misma secuencia de hechos, es decir, encontramos ciertas similitudes y buscamos en nuestra memoria algún tipo de definición que nos proporcione alguna referencia. Hasta aquí se puede aceptar, pero lo que no puedo sostener es que algunos (y van convirtiéndose ya en muchos) crean firmemente en ese modelo prefijado y caracterizado como el verdadero. En mi opinión debería mirarse al otro como alguien que podrá ser mejor o peor que tú en muchas cosas, con su propia forma de ser, sus costumbres (iguales o diferentes a las tuyas), que tendrá su vida y su historia particular. Alguien del que, a buen seguro, podrás aprender algo. Los castrados sociales están perdiendo esta riqueza de experiencias cada vez que colocan una etiqueta, aunque si no saben apreciar el valor que tienen las mismas, entonces quizás no las merezcan."
IUDEX
(*) Nota del presente: lo que ahora sabemos que se llama Sesgo.