Ella corría y corría a través de la densa niebla presa del pánico que la poseía. No sabía exactamente qué la estaba persiguiendo, pero su presencia la inquietaba y algo en su mente le decía que debía huir de aquello, fuera lo que fuera. Ni siquiera la curiosidad de averiguar lo que era pudo con su miedo a lo desconocido. Los árboles, el camino, el cielo... de repente todo se tornó oscuro. Eso fue lo último que vió antes de desvanecerse exhausta. Se sumergió en un sueño, extraño sueño del que ella no tenía control, simplemente observaba cómo sucedía todo, impotente, sin poder hacer nada. Fue testigo de las más diversas transformaciones que un paisaje puede sufrir y a cada transformación se sentía más y más confusa. Finalmente su consciencia despertó, y poco a poco sus ojos se acostumbraron a la luz que la envolvía completamente. Una ventana fue lo primero que divisó. Una ventana con un marco de madera verde un tanto vieja y desgastada.... Aquellos cristales medio sucios le recordaban a otra ventana parecida que había visto alguna vez en casa de su difunta abuela. Pero la visión que se encontraba tras la ventana como un cuadro enmarcado en la pared, le resultaba aún más familiar. En medio de uno de sus inútiles esfuerzos por hacer memoria, alguien llamó a la puerta. Entonces se dió cuenta: "¡Dios mío, pero si estoy en una habitación!", pensó sin atender a la llamada. Nuevamente volvieron a tocar a la puerta, esta vez con más fuerza y seguido de una voz indudablemente femenina que preguntaba: "¿Estás ya despierta? ¿Tienes hambre?". Su primera reacción fue contestar:
-"¿Quién es? ¿Dónde estoy?".
-"Pues entonces voy a prepararte el desayuno".- Fue la única respuesta que recibió.
Escuchó como sus pasos se alejaban y reanudó el estudio de aquella habitación. No sabía si tendría fuerzas para salir de la cama. Se quedó pensativa un momento y acto seguido se levantó. Una nube cruzó su mente por un instante y le trajo el recuerdo de todo lo que había pasado la noche anterior. "¿Cómo había ido a parar allí?". Era la pregunta que no paraba de hacerse una y otra vez. Se sumergió de nuevo en un estado ausente y desde su mundo particular vió un retrato en una pared muerta, un gris triste servía de fondo a aquel rostro de una jovencita que pensó no tendría por aquel entonces más de 13 años. Imagen de una madurez prematura vestida de inocencia. Tardó un rato en reconocerse a sí misma, años atrás. Siempre tan responsable y recelosa, con esa mirada perdida que nadie atendía. "¿Qué hacía allí?".
Secuencias de imágenes recientes se agolpaban en su memoria. Ella salía de una casa y comenzaba a caminar, no recordaba hacia donde pero el trayecto era familiar. Unos árboles y un camino, sí, un curioso camino que serpenteaba y se retorcía cual serpiente engullendo a su presa. Creyó ver una sombra tras unos matorrales y un frío repentino que la hizo temblar de pies a cabeza. ¿Había sido un producto de su imaginación?". Se esforzó en no darle importancia hasta que de nuevo apareció fugazmente aquella silueta. Esta vez no se paró a pensarlo y comenzó a correr. Corría y corría sin saber a donde y.... Ahí terminaba su película. Ahora debía averiguar cuál era el final.
Por fin dirigió sus pasos hacia la puerta y la abrió. Un largo pasillo que conducía a un amplio salón lleno de portaretratos, lujosas vajillas y cristalería que nunca nadie usaría, y algunas buenas imitaciones de obras de arte. Se encontraba en su hogar, de eso estaba segura. "¿Mamá?". Llamó casi con ansiedad. "Ya termino cariño. ¿Dónde te lo vas a tomar?". En aquel momento la pregunta le pareció absurda..
-"¿El qué?"- contestó.
-"Pues qué va a ser... el desayuno. Lávate bien la cara, parece que todavía estás dormida".
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