viernes, 15 de julio de 2011

El remordimiento


Es curioso lo de los remordimientos. El arrastrar la culpa con el tormento del recuerdo. Y es muy poca la gente que conozco que los tenga de verdad. Sin embargo, todo el que vive y camina deja muertos a la espalda. Cadáveres en la cuneta. Todo ser humano causa daños colaterales a otros, deliberada o accidentalmente. Por azar, por inexperiencia, por las simples y terribles reglas de la vida. Carga con fantasmas de los que tal vez ni siquiera es consciente, pero a los que el tiempo y la lucidez permiten identificar, tarde o temprano. O suponer.

Sin embargo, el ser humano también es un superviviente natural. Necesita vivir tranquilo, olvidar, no volver la vista hacia ciertas zonas oscuras de sí mismo. Acolchar en la memoria los malos ratos, los sufrimientos, el horror. Sólo así se explica, supongo, que quienes sufren pérdidas familiares terribles se adapten, a veces, a la vida normal. Que las víctimas procuren olvidar, o lo intenten. Que incluso perdonen a sus verdugos, o sean capaces de convivir con ellos sin recurrir al viejo expediente del ojo por ojo. Al inmenso alivio de la venganza. 
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Tienen suerte quienes lo mismo bostezan sobre una fosa bosnia que sobre los escombros de una casa cuartel donde fueron asesinadas diez personas. Otros no tienen tanta suerte, pues sobrevivir no siempre es confortable. Asombraría conocer la cantidad de espectros que arrastran algunos: cadáveres propios y ajenos, remordimientos por aquéllos a quienes mataron o ayudaron a matar, real o figuradamente. Por cientos de causas. Vivían pendientes de la hora del telediario o el cierre del periódico, miraban en otra dirección, estaban absortos caminando, viviendo, durmiendo. Ya lo dije: sobreviviendo. Algunos, los más afortunados, escriben novelas con eso.

O quizá artículos como éste. Otros con menos recursos o menos suerte se limitan a estar con los ojos abiertos de noche, dando vueltas por habitaciones a oscuras. Pagando el sucio peaje de la vida. Pero esto, naturalmente, es lo raro. El insomnio. Basta un vistazo alrededor para confirmar que, en materia de remordimientos, la mayor parte de nosotros duerme a pierna suelta. Son pocos los que juegan al ajedrez con sus fantasmas. 

(Extracto de un artículo escrito por A. Pérez Reverte). Gracias Javi.

Tengo poco más q añadir... quizás cuando el remordimiento es el amargo fruto de una reflexión sobre algo que hemos hecho mal, entonces está bien siempre que este sentimiento nos lleve a recalibrar nuestra conducta y aprender de los errores...

1 comentario:

Gloria dijo...

Remordimiento y culpa van de la mano; son dañinos y por tanto inútiles. ¿Ser consciente del daño que hemos hecho? Eso sí. La culpa destruye al ser humano. El perdón y el amor liberan. Claro que para llegar ahí hay que ser muy honesto, muy valiente, muy respetuoso con uno mismo y con los demás. Si viviésemos y actuásemos desde el respeto y desde el amor no habría culpa ni remordimiento.

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