martes, 27 de abril de 2010

Hoy tengo ganas de escribir

Como cada mañana despertó, y al tomar conciencia del presente, ese presente que era el mismo de ayer, el peso de la realidad no deseada vistió su cara con el velo gris de siempre. Normalmente disimulaba bien sus preocupaciones, tan bien que a veces el color gris parecía azul o incluso rosa fucsia a los ojos de los demás. Dicen que el compartir hace menos pesada la carga, pero también piensan otros que el ignorar hace que no le demos tanta importancia a nuestros problemas (por esa ley que muchos siguen de aquello que no ves, o no quieres ver, no existe). Hace tiempo que decidió olvidar el pasado, para dejar espacio en su mente al futuro, pues cuando se acumulaban demasiadas experiencias en  su cerebro corría el peligro de quedarse atrapado en los recuerdos.
Se hacía como cada día, tantas preguntas, preguntas que nadie podía responderle, porque la vida había decidido no desvelarle las respuestas  cuando las necesitaba. No, y además el caprichoso destino, cómplice de la vida, quería alargar el juego un poco más. Igual que una marioneta, sentía la falsa sensación de ligereza, ligera libertad sostenida con unos finos hilos manejados por unas manos que no podía ver. ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene esta anónima representación? Sin guión, sin regidor, sin tiempo para ningún ensayo, sólo para caminar y seguir caminando, a veces sin saber muy bien por dónde nos llevan los pasos...
Por la noche la atmósfera le resulta más densa y sus movimientos se ralentizan. Terminando otro ciclo más, cerrando otra página más de ese infinito presente que era su existencia. Vuelve a cerrar los ojos, vuelve a soñar en un mundo paralelo donde la razón no le gobierna, porque es tan sólo una espectadora sin voz. Hasta que de nuevo llega el agridulce amanecer, otra puesta en escena, otra búsqueda quien sabe de qué y se repite la historia.

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