sábado, 19 de diciembre de 2009

Me han regalado un cuento

Pues sí, alguna poesía me han dedicado pero nunca me habían regalado un cuento, así que he decidido compartirlo (lo reproduzco tal y como ha sido redactado por la autora). Si alguien desea copiar algún contenido de esta entrada o de otras anteriores rogaría que incluyera una referencia del autor/autora, como yo suelo hacer. Se llama código ético para los que aún se sientan humanos jajaja.

Flores de colores mojadas en primavera
La puerta estaba abierta cuando Sofía miraba su pierna antes de salir, pensó que habría sido su hermana Carlota (tan revoltosa cómo su hermano Samuel); cantaba bajito como cada día siempre que salía de casa, eso le daba seguridad y le restaba miedo. Cada paso que daba Sofía sobre las pequeñas piedrecitas blancas, esas que llegaron un día gris encima de un gran camión, fueron esparcidas por todo el contorno de su casa y se quedaron allí cómo si siempre lo hubieran estado.
A Sofía, lo que realmente le molestaba era ver cómo al poner el pié derecho, el hueco entre las piedras era mas profundo que con le pié izquierdo, lo cuál le recordaba de continuo su cojera y, aunque ya no lloraba con este pensamiento, sí seguía sintiendo rabia de la decisión de papá al querer colocarlas allí, justo donde no se las podía evitar si quería salir.
Carlota ya iba lejos, con sólo dos años menos que ella, ya sabia montar a caballo galopando mas rápido que Samuel (mas torpe y miedoso), el tenis no tenía secretos para ella, ni montar en bicicleta desde los 4 años, el baile clásico lo dominaba mejor que cualquiera de su clase (la pasaron dos cursos por encima porque el suyo ya le aburría), todo la fascinaba encantando a los demás con su forma de ser tan dinámica y divertida.
Samuel no tenía la pierna mas corta que Sofía, paro carecía de la entereza, vivacidad, destreza y coraje de un niño de su edad, y lo peor de todo es que él lo sabía aunque nunca hablara de ello, cosa que aprendió de su hermana mayor, (mejor no decir mis debilidades, ya se ríen sin decirlas).
Su casa, esa maravillosa casa de Sofía y sus hermanos, se estaba convirtiendo en una segunda piel que no quería arrancar de sí, ni Sofía ni Samuel, sólo Carlota hablaba del futuro, quería ser bailarina de una gran compañía de bailé clásico, o esquiadora profesional (se le daba muy bien cualquier deporte que emprendía), quizás sería jugadora de tenis de fama mundial etc.   
Sus sueños los conocían toda la familia y amigos, lo raro es que nadie preguntaba a Sofía y Samuel cuales eran los suyos, (mejor así pensaban los aludidos, menos presión y sensación de fracaso antes de empezar algo sabiendo que no lo podrían terminar.
Faltaban dos días para el 15 cumpleaños de Sofía, (ella siempre había oído hablar que era la edad más bonita, y ya no vuelve), frase que le resultaba chocante por eso de que “no vuelve”, ninguna otra edad vuelve tampoco, y no creía que los 15 fueran algo tan especial. Ella se sentía igual que cualquier otro día, por eso pensó en las mentiras que cuentan los adultos para adular a los que aún no comprenden la complejidad de la madurez.
Varias veces María (su tía)  le había preguntado qué quería cómo regalo, ella respondió que no habría fiesta cómo los otros años, no quería invitar a nadie, ¡no tenía amigas, para qué una fiesta!, no la necesitaba, ni quería regalos, tenía todo y nada le importaba nada ¿sabes tía?, ¡déjalo ya! ¿vale?, ¡ no me molestes más con ese tema, díselo a papá!

No hubo fiesta, ni regalos, fue un día como cualquier otro, la rutina siguió: Levantarse dos horas antes de salir, ducharse, arreglarse el bonito pelo claro, largo, fino y muy liso (cómo una melena japonesa pero mucho más claro y fino), colocar el pijama bajo la almohada, ponerse el uniforme diariamente limpio y planchado, bajar a desayunar, mejor en la cocina con la tata que en el comedor con su tía, hermanos y padre, luego besar a papá, (siempre evitando a la tía), otro beso para Samuel, nada para Carlota (tenía demasiadas cosas para apreciar un solo beso suyo).
Sofía escuchó una tibia noche de primavera cercana al verano, con el aleteo irritante de un grillo escondido en no se sabe donde pero que la irritaba de manera irracional, el comentario de su tía ¡Alberto, tienes que entender que lo mejor para Lucía sería estar interna hasta que terminara sus estudios, así no andaría por la casa cómo alma en pena a todas horas, resulta desconcertante y al mismo tiempo te olvidas de sus limitaciones y llegas a tomarle cierta animadversión, no es buena imagen para Samuel, ya lo conoces, se identifica demasiado con Sofía y no se decide a ser él mismo! ¡Anda!, déjame buscarle un internado para señoritas en el extranjero, le vendrá bien a ella y a los demás. Desde aquella noche Sofía se prometió a sí misma, que si salía de su casa no volvería.
Pasó la primavera con todas las notas sobresalientes, y ni una sonrisa, una cara de satisfacción, un subidón de orgullo encontró dentro de sí, pues sabía que le próximo curso ya no estaría allí; y pensándolo bien tampoco le importó, ya todo estaba decidido aunque no se lo hubieran dicho aún.
Durante el verano, Sofía intuyó que podía destacar en algo diferente a los estudios, pidió a su papá que la mandara a un campamento de verano que tuviera playa; como es de suponer un hombre tan brillante en los negocios, poseedor de la creencia de ser el mejor de los padres, autoritario y carente de afecto expresivo para sus hijos, consideró esta propuesta cómo viable y accedió.
Durante todo el verano de sus maravillosos (según decían los demás) 15 años, lo pasó aprendiendo a nadar; era quizás el único deporte al cuál no le había hecho caso su hermana Carlota, es por ello que se empeñó en ser la mejor o dejarlo, ¡lo consiguió!, su estilo llamó enseguida la atención del monitor del campamento, el cuál alentó a Sofía para que no lo dejara, y se presentara a pequeños y luego grandes concursos, a lo cual ella respondió con indiferencia no típica de una chica de su edad. Continuó nadando entre 5 y 6 horas diarias, su ritmo era espectacular y todo el campamento estaba asombrado de la ¡coja que nada mejor que nadie!, decían, y más rápido…
Se acabó el verano y con él el campamento; aunque Sofía sabía que su primeros pasos rotos en el curso de esta su vida, empezaba otra etapa muy diferente y al mismo tiempo tan igual cómo la de ahora, sólo que en otro lugar, y por vez primera se planteo cuales eran sus sentimientos para con los suyos y su hogar; no fue difícil saber por qué había tanto desapego, esa carencia de amor en ella, (ella era una persona triste, porque su mundo no le gustaba) ¿por qué?, no recordaba que su papá le leyera un cuento al ir a la cama cuando era más pequeña y tenía miedo a las pesadillas, tampoco un beso de buenas noches, o cuando llegaba a casa cansado y solo Carlota lo hacía reir: también pensó en el hueco del sillón donde ya nunca más se sentaría su mamá, siempre supo, que no estaba muerta, nunca le llevaban flores al cementerio, ni le mandaban hacer una misa en su cumpleaños, se prohibió hablar de ella, porque según decía la tía ponía triste a papá, !todo puras mentiras!, mama se fue porque cómo yo (decía para sí Sofía) no se sentía querida en esta casa, no sé donde está, pero tampoco ya me importa, se fue y ahora me voy yo y ninguna de las dos vamos a volver a estas maravillosa casa que tanta tristeza nos ha causado por el desamor de los habitantes, tan cerca y tan lejos.

Así Sofía marchó al curso siguiente a los 15 años tan bellos (según decían todos), al extranjero, y otros 15 años igual de bellos, (entre comillas) pasaron mas tarde que pronto lo contrario que dijo la tía.
Ahora Sofía es profesora de la Universidad más famosa de Suiza, imparte literatura a un sin fin de alumnos que cada año pasan por su clase, no recuerda sus nombres, ni apenas sus caras, ella saben que se van cada año y no vuelven, por esa razón se prometió no quererlos, ni a los hombres que pasaron por su vida y se fueron tan en silencio como llegaron sin dejar una razón sobre la mesa de sus partidas, ni a alguna amiga que a la primera de cambio se iba con otra sin razón aparente, probablemente avergonzaba a los demás con su cojera, la cual pudo corregir cuando se enteró de que había un doctor que era una eminencia en la ortopedia operatoria; habló con él, le aseguró que podía corregir la cojera con una intervención que cortando el hueso se le añadía una prótesis que en poco tiempo la haría caminar normal.
Largos días de análisis nocturnos, sobre como había sido su vida hasta hoy, y cómo podría serlo mañana; no derramó una sólo lágrima por la intolerancia de los demás, entendió que no fue amada por sí misma nunca, todo fue a nivel emocional pasajero por su defecto, y su corazón estaba quebrado, ya no quería ser amada de ninguna manera, ni coja, ni sin cojera, esta fue la elección más difícil de su vida, y con ella se cayeron todos los muros, ya no hubo mas tristezas, aprendió a amarse a sí misma y dedicó su vida a amar los libros, las historias que otros contaban para que ella las leyera y viviera una vida prestada que jamás la abandonaría.
Después de tanto tiempo Sofía podía decir que el rencor ya no tenía cabida en su vida, sólo sus clases y esas caras de un solo curso más todas las historias por leer, llenaban su vida por vez primera.


Asunción Cabello López


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