lunes, 18 de enero de 2010

Erótica: Insectos de ocho patas

Toy un poco cansadilla y falta de inspiración, como el blog está aflojando voy a recurrir a un recurso típico para aumentar las visitas jajaja (es coña, lo de hacerlo para aumentar las visitas...) se trata de un extracto picante del último libro que me he leído y que me ha hecho gracia. A ver si la autora me compensa tanta publicidad que le estoy dando jejeje


"La cabellera, que a la luz de las velas adquiría caprichosas y danzantes tonalidades, le caía en cascada de espirales por la espalda. Él, desde atrás, le asía las caderas para introducirse en ella con precisión rectilínea, irresistible... Cuando él tocó fondo ambos emitieron un gemido de sincronizada satisfacción. El miembro crecía dentro de ella, como si se nutriese de su propio alojamiento.
El tiempo se hizo total como un océano. Un océano que no calmaba, sin embargo, la sed. Un océano profundo y abismal en el que ella se sumergía, temblando como una gota, como una ola hecha de todas las olas, ... de agua derramada entre la rosal reunión de sus piernas - allá donde su sexo parpadeaba- de un turbulento río roto en desmesura, de un caudal que dibujaba, al fluir entre las sábanas, empapando lo oscuro, un mapa de fluídos y cabellos desbordados.
Todo giraba y vacilaba en aquella última embriaguez, algo frenético, una ebriedad de vida, una danza febril y sudorosa de demonios borrachos, una música rara e hipnótica, y el cuerpo retorcido como el de una serpiente, un cuerpo poseído de un eléctrico rayo que lo pulsaba y sacudía,... y ella que ejecutaba una sinfonía de gemidos, ama y señora de la disonancia, dueña del áspero contrapunto, y dueña de su sexo, diapasón de carne que marcaba el compás del tiempo, que se abría y se cerraba en un ritmo animal puro, un túnel que se contraía y aprisionaba. Y luego ella moría dulcemente, felíz y todo se calmaba. Unas pulsaciones anunciaron el inminente latigazo del esperma. Toda esta serie de sensaciones invisibles se remitían a un espectáculo corriente y visible: nada había sido inventado; durante siglos hombres y mujeres han jugado a componer en la cama descomunales y groseros insectos de ocho patas"

(L. Etxebarría, "De todo lo visible y lo invisible")

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