jueves, 24 de septiembre de 2009

Esclavos de las expectativas

Encontré esta expresión en el libro de Sofía que explica muy bien el por qué de gran parte de nuestros comportamientos. Nuestro conocimiento de la naturaleza nos viene a través de la percepción. Primero observamos el fenómeno y si se repite cierto número de veces, entonces nuestra mente aprende ese patrón como el normal, el habitual. Por ejemplo, tenemos a un niño pequeño de 3 años y a un adulto. Si soltamos una pelota desde cierta altura y ésta cae al suelo, al niño puede sorprenderle pero al adulto no. En cambio si la pelota fuera hacia arriba en vez de hacia abajo, el niño tendría la misma respuesta que antes pero el adulto esta vez se sorprendería, ya que no es el patrón de respuesta que esperaba. Tenemos un montón de ideas, de expectativas de comportamientos dentro de nuestra cabeza, archivados a lo largo de los años de observación y de aprendizaje. Es curioso como para captar realmente ese mismo alto nivel de atención o sorpresa tengamos que ver algo que se sale de nuestros esquemas, sin embargo un niño que está en fase de absorción de conocimientos tiende a prestar la misma cantidad de atención a todos los fenómenos. Me pregunto si igual que nos pasa esto con las leyes de la naturaleza (como la gravedad), no nos pasa también con las personas. En nuestras relaciones quizá tenemos tendencia a ser también esclavos de las expectativas que esperamos de los demás, de ese refuerzo emocional que nos confirma una actitud esperada, deseada. Entonces cuando no recibimos esa respuesta, es igual que la pelota que soltamos y va hacia arriba en vez de hacia abajo. Igual que existe la posibilidad de que ocurra algún hecho que rompa con las leyes establecidas (como cuando Einstein vino a desmoronar las teorías absolutas de Newton) y obligue a reformularlas, debemos aceptar cierto margen de error en nuestras expectativas con las personas.Quizás el modelo que teníamos de esa persona no estaba tan completo como imaginábamos y tenemos que rediseñarlo.

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